lunes, 7 de febrero de 2011

Visión

 «La primera mañana de Navidad, cuando el Creador despertó en el seno de la familia humana algunos se sorprendieron de que no hubiera aún más cambios exteriores. Por otro lado, muy pocos habían anticipado la profunda diferencia emocional que produciría el momento verdadero del despertar. La Tierra y la humanidad se iluminaron y bendijeron más allá de la capacidad humana de experimentar alegría.
Aunque la mayoría de los seres humanos se habían familiarizado ya con mi amor antes del momento real del despertar, y aunque las frecuencias del amor habían reorganizado ya gran parte de la sociedad humana, todavía cuando llegó el gran momento, cuando la ultima de las frecuencias del miedo fue situada en el lugar que tiene asignada en el orden creado, había algo tangiblemente diferente y maravilloso más allá de cualquier experiencia humana. Súbitamente, innumerables miedos subliminales dejaron de influir en el inconsciente humano.

  Los seres humanos de todo el mundo se sintieron invadidos por un sentimiento de libertad nuevo. Todos estaban familiarizados con la teoría. Pensaban que habían comprendido su nuevo papel de celulas de un organismo. Pero, por supuesto, ninguno de ellos había experimentado tal función a nivel planetario. No se habían dado cuenta de la libertad de actuación de la que disfrutaba el ser humano —mucha más de la que había disfrutado hasta ese momento.

 Me uní a cada uno de ellos en una unión orgánica, en una Comunión Sagrada. Todos los espíritus humanos aprendieron que su origen estaba en mí. Cada uno disfrutó el ser yo con una forma individual distinta, cumpliendo un proyecto creativo que nadie más podia cumplir con la misma efectividad o capacidad. Cada uno disfrutaba de unas diferencias que lo hacen distinto de los demás; pero en ese punto, las diferencias se hicieron simultáneamente menores y mayores. En la forma se hicieron mayores de lo que habían sido en el estado de la caída, pero en Espíritu las diferencias se disolvieron. Un único Espíritu Santo. Un sólo y maravilloso cuerpo terrestre.»
 Visión (Vision), Pag. 80. Ken Carey. Ed. Sirio, 1990.