lunes, 28 de noviembre de 2011

Nuevo mundo

«…la Madre Tierra observará a este niño que duerme en el pesebre de la materia. Ella se regocijará. Su energía de amor mezclada con la mía, arremolinándose en la Presencia Eterna, barrerá la superficie de este mundo con unas olas de gracia tales que todo lo que se ha profetizado con respecto a mi venida se cumplirá con creces, ya que los profetas sólo entendieron una mínima dimensión de la realidad surgida.

La mezcla de la dicha planetaria, la voluntad humana y los propósitos del Hacedor de las Estrellas, se reunirán juntos en un torbellino unificado de amor. El ámbito terrestre será reestructurado en luz, belleza y unicidad. Os voy a delinear, mis queridos humanos, de una forma que nunca antes os visteis tan hermosos.

El amor es la energía de la expansión, la corriente vital de la creación. Cuando toca ligeramente la materia, ésta responde con formas de vida como las que hay hoy en día sobre la tierra. Cuando toca la materia con toda su fuerza, nacen las estrellas. (…)

Esta es mi fuerza creativa, un magnetismo irresistible que ha creado vida desde las mismas rocas de la tierra, donde no existía vida anterior; el mismo amor que puso en movimiento a las primeras moléculas del organismo en las cálidas y profundas aguas del océano, creando los primeros ensamblajes de las células. Un movimiento ondulante caracteriza las corrientes de mi amor. Y su difusión se completará muy pronto en este mundo. Cuando haya finalizado su proceso, el grado de cambio se acelerará más allá de la comprensión posible del mundo egoísta. Aparecerá un mundo nuevo, elevándose como el ave fénix por entre el nublado viejo mundo. (…)

En cualquier lugar donde se honre al amor, se honra también al Señor de la Creación. Yo no deseo mayor alabanza. Lo que busco para mi Creación es que sepan que el amor que yo les doy a mis criaturas es tan vital para ellos como para mí, no porque existan mandamientos o responsabilidades, sino porque así podrán sentir el espíritu de mi verdadera naturaleza; se enamorarán del amor, sentirán su magia, su dicha, su eterna búsqueda de la belleza, de las maravillas y de la nueva creación. (…)

Se pueden cantar canciones, repicar campanas, elevar estructuras hasta los cielos para celebrar este gran amor y estas cosas le añaden belleza y disfrute, pero nunca olvides el amor que es el miembro real por derecho de la verdadera iglesia. No permites la violencia en tus iglesias de cristal y piedra. Entonces, ¿si el verdadero templo de mi conciencia es el cuerpo humano, su mente y corazón, vas a consentir la violencia en esa tierra santa?
El alma es un lugar más sagrado que cualquier templo. Respeta esta conciencia con la misma reverencia reservada en otros tiempos a las catedrales, templos y sinagogas.
»

Semilla de Estrellas (The Starseed Transmissions, Living in the Posthistoric World), Págs. 186 - 188. Ken Carey. Ed. Sirio, 1993.