jueves, 27 de septiembre de 2012

Hacia el gran cambio sin miedo


«El mundo definido por los humanos cambia constantemente. Vive siempre un drama momentáneo, una ola de confusión emocional que parece tener la facultad de atemorizar los corazones de más hombres que nunca. Sin embargo, en los últimos días antes de que los espejismos humanos se desvanezcan, por enfurecidas y turbulentas que se tornen las olas que levantan los dioses de vuestra cultura, no seáis esas olas, no os dejéis influir por ellas. Los pájaros siempre han flotado sobre las olas. Aun en la peor de las tormentas, en la peor de las tempestades −tempestades que han destruido armadas, han hundido galeones y han visto perecer bajo su furia a violentos guerreros−, siempre han flotado los pájaros, imperturbables, tranquilos, serenos, por encima de los restos de los naufragios, por encima de las turbulencias, por encima de las olas.
Sin embargo esta era final no tiene por qué ser agitada, pues, donde quiera que haya uno solo que no sucumba a las corrientes submarinas del miedo, que os conducirían como ovejas en rebaño hacia una locura colectiva, irradiará una influencia de paz, equilibrio, gracia y curación. Dios mantendrá el influjo en ese hombre y lo llevará al de otros que, estando encarnados, actúen del mismo modo. No habrá mar que se levante contra ellos, y a través de ellos se derramará la paz.
Hemos venido a calmar las aguas agitadas de las tormentas emocionales colectivas, a andar sobre ellas con nuestro mensaje, a traer las costumbres del amor al mundo humano que se debate aún en el mar turbulento de la visión engañosa. Traemos la antorcha de la paz que procede de la confianza en Dios. Traemos la antorcha de la sabiduría que borra las diferencias humanas mediante el trabajo, la honradez, la comunicación y la tolerancia.
Si amamos a nuestros enemigos no tendremos enemigos que temer. Nuestras antorchas emiten señas luminosas en las olas de la agitación humana. La conciencia del eterno resplandece en nuestras luces. Los que siguen luchando y aferrándose a los restos del naufragio no pueden perjudicarnos, solo pueden, con el tiempo, convertirse en seres como nosotros, pues de ellos de esa materia prima, surgen los egos de nuestra especie universal.
No sigáis ciegamente los arcaicos proyectos guerreros que os convierten en seres inconscientes, en autómatas, en títeres manejados por quienes, durante siglos, se han ocupado de mantener las corrientes del miedo. Tomad vuestras propias decisiones. Si percibís un hábito de reacción violenta de cualquier forma que este sea, no olvidéis que se trata de una lucha contra vosotros mismos. No contendáis ansiosamente. Solo hay un adversario que se enfrenta con su propia sombra reflejada en la pared. Únicamente tenéis que defenderos de los temores inconscientes.
Cada vez que un ser humano reacciona con violencia contra otro ser humano, en lugar de comunicarse con él, se hiere a sí mismo. Siempre es más enriquecedor cooperar con el otro que vengarse de él. Esa es la esencia de un comportamiento inteligente.
Los demás no son vuestros enemigos, sino miembros de vuestra propia familia. Dejad que se conviertan en vuestros amigos y compañeros en la labor de enseñanza y curación de estos tiempos. No toméis tan en serio vuestras diferencias. Con corazón ligero, alzaos por encima de esas olas de inquietud emocional que os arrastrarían hasta el fondo. Sentid el amor que está transformando vuestros espejismos. (...).

De los mares enfurecidos surgen otros hombres que se os unen. Dejan atrás las triviales necesidades de la temporalidad y se funden con vosotros en un momento más amplio, en un momento magnífico. Sienten la red de luz que envuelve el planeta y se integran en ella. Despiertan a la energía de los Hijos de la Luz…experimentan el trabajo continuo y la cooperación de las Gentes Autenticas. Ellos ven, vosotros veis.

La luz procedente de las estrellas está acariciando la superficie del planeta, está posándose sobre las aguas todavía serenas de los corazones que confían en Dios, hablando a los corazones de los hombres que aman.
Cada ola burbujeante de tiempo trae otro momento, otra puerta, otra entrada, invitando a los hijos despiertos de la tierra a percibir el revoloteo del espíritu en su consciencia, a sentir el roce de las alas angélicas, a dejar que se calmen las aguas de su corazón y a vivir cada momento con mas amor, honradez, afecto y compasión que nunca.»
La Vuelta de Las Tribus Pájaro (The Return of The Bird Tribes), Pág. 191. Ken Carey. Ed. Sirio, 1991.